Muy estimado Juan Pedro:
Retomo con gusto nuestro diálogo epistolar. Te pido disculpas por el tiempo transcurrido sin intercambiar contigo estas reflexiones. En tu última carta me pedías aterrizar un poco más el tema del amor centrándonos en la dimensión corporal del amor humano, mencionabas al Beato Juan Pablo II, que trató este tema de forma abundante en sus catequesis, incluso puso en circulación la denominada: "teología del cuerpo". Hace poco en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma se publicó las actas de un congreso del 2011 con esa temática de fondo (La teologia del corpo di Giovanni Paolo II, Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, Roma, 2012).
El desarrollo de las ciencias, la creciente especialización de los conocimientos científicos, puede incidir en una concepción fragmentaria del hombre. Bien que se insista en la dimensión corporal o la dimensión espiritual, puede desatenderse una visión integral del hombre. Es un tema de gran interés actual, muchos ámbitos de la cultura muestran una mayor atención al cuerpo, unas veces reduciéndolo a una función estética, biológica, física o sólo sexual, perdiendo así su riqueza y plenitud en su relación a la persona.
No pensemos que hacen mal las ciencias al atenerse a su propio objeto de estudio y permanecer en sus límites metódicos. El error no está en ellas, sino en tomar sus concepciones como abarcantes de todo lo real, en este caso del hombre.
Me gustaría centrarme en algunas consideraciones sobre la corporalidad humana que nos serán útiles para afrontar el tema del amor humano, si bien, apenas, serán unas pinceladas.
La corriente fenomenológica ha contribuido a retomar esta reflexión, un tema un poco olvidado o reducido al examen mecanicista, después de la famosa división cartesiana de res cogitans y res extensae. También algunos autores de las llamadas "antropobiologías" estudian al hombre desde su estructura biológica. Es conocida la afirmación de Arnold Gehlen del hombre como un "animal inacabado", donde su estudio sobre la dotación biológica del hombre muestra la exigencia de la presencia de la razón, o esta especie sería inviable biológicamente. Leopoldo Prieto tiene un libro muy bueno para conocer este tema El hombre y el animal.
El hombre pertenece al mundo visible, pero no es un cuerpo entre otros cuerpos, precisamente su participación en el mundo la realiza a través de un cuerpo humano. Dentro de la fenomenología se distinguió entre Körper y Leib, que señala la distinción entre el cuerpo distinguido como objeto y el cuerpo como presencia subjetiva. Donde, el primero es la consideración propia de las ciencias y el segundo, la experiencia del cuerpo-vivido. De allí, el distinguir entre cuerpo y corporalidad. Muchos autores contemporáneos, cercanos a la fenomenología y al existencialismo, han contribuido en esta reflexión sobre la corporalidad. Sin ser exhaustivo, algunos de ellos son: Ortega y Gasset, Heidegger, Sartre, Marcel, Merleau-Ponty, Lévinas, Henry... este aporte ha permitido a la antropología la consideración de esta dimensión humana entendida como campo expresivo y de realización de la persona.
"La corporalidad indica la completa subjetividad humana bajo su aspecto de la realidad material", como lo explica Ramón Lucas Lucas en su libro Horizonte vertical. La noción de corporalidad, ese cuerpo-sujeto, no difiere en cuanto color, aspecto o componentes de otros cuerpos no humanos. Subraya, sobre todo, la exteriorización de algo esencialmente interno. El hombre es un cuerpo, sin reducirse a un mero cuerpo biológico, sino en ese cuerpo me experimento y experimento en la corporalidad del otro a un sujeto. No veo en él un cuerpo sino al hombre. El cuerpo manifiesta un espíritu que hace la unidad de la persona. Como dice Ortega: "tras el cuerpo está emboscada el alma". Así, la corporeidad es a la vez exterioridad e interioridad, en cuanto manifiesta el espíritu. En nuestra experiencia nos percatamos a una del hombre, no de un cuerpo y luego por una abstracción su espíritu, experimentamos su indivisible unidad. El cuerpo humano es expresión del ser. Ramón Lucas Lucas lo expresa con la imagen de un semáforo, el cuerpo nos da las señales de lo que ocurre dentro del hombre, ese dentro es co-presente, como se adivina en la expresión de las manos, la postura, el gesto, la mirada.
Permanece una cierta dificultad en admitir la definición del hombre como cuerpo y espíritu, ya que es difícil y arriesgado seccionar lo humano en cuerpo y espíritu, ver donde empieza uno y termina otro. Humberto Galimberdi, profesor italiano, llega a afirmar que utilizamos la palabra "psique" en cuanto ha sido forjada por la tradición, pero es una sola la forma como existe el hombre, un cuerpo en el mundo. Al tiempo, vemos que el hombre cumple acciones que nos remiten a facultades que no son sólo corporales como el conocimiento y el deseo a pesar de servirse de órganos materiales pero no reductibles a ellos. El problema estriba en una distinción propia de la metafísica. Cuerpo y espíritu permanecen como válidos si con ellos se designa una distinción real de dos principios que forman una realidad: el hombre. Si se consideran como res et res es un problema dar cuenta de su unidad. Nosotros nos encontramos con el hombre y en el conocemos dos principios de esa realidad-una: el hombre. Es la unión materia y forma de la metafísica clásica. La corporalidad, entendida como cuerpo-humano, es ya una materia informada por un alma espiritual.
Esto nos permite entender la dualidad de la composición del hombre. Esta unión no se da en abstracto, se da en la realidad concreta del hombre. Al hablar de la persona nos referimos a esa unidad de composición de cuerpo y espíritu. Esta unidad condiciona a todo el hombre. No se divide al hombre en una parte auténtica y otra inauténtica o transitoria, sino es una comprensión a partir de la realidad concreta de la persona. En una antropología dualista la unidad es un momento secundario en un proceso de composición, por lo tanto esta perspectiva no reconoce una realidad con una dualidad de principios que la conforman, sino dos cosas extrínsecas una a la otra por lo que no se da cuenta de su unidad, de allí su dualismo.
La experiencia cotidiana nos atestigua que lo que existe y actúa es el hombre en su unidad sustancial. Esto es importante ya que así se entiende la corporalidad como constitutiva de la persona humana. El cuerpo vale no por su estado sino por ser humano, no lo reducimos a mera materialidad. Retomo con gusto nuestro diálogo epistolar. Te pido disculpas por el tiempo transcurrido sin intercambiar contigo estas reflexiones. En tu última carta me pedías aterrizar un poco más el tema del amor centrándonos en la dimensión corporal del amor humano, mencionabas al Beato Juan Pablo II, que trató este tema de forma abundante en sus catequesis, incluso puso en circulación la denominada: "teología del cuerpo". Hace poco en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma se publicó las actas de un congreso del 2011 con esa temática de fondo (La teologia del corpo di Giovanni Paolo II, Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, Roma, 2012).
El desarrollo de las ciencias, la creciente especialización de los conocimientos científicos, puede incidir en una concepción fragmentaria del hombre. Bien que se insista en la dimensión corporal o la dimensión espiritual, puede desatenderse una visión integral del hombre. Es un tema de gran interés actual, muchos ámbitos de la cultura muestran una mayor atención al cuerpo, unas veces reduciéndolo a una función estética, biológica, física o sólo sexual, perdiendo así su riqueza y plenitud en su relación a la persona.
No pensemos que hacen mal las ciencias al atenerse a su propio objeto de estudio y permanecer en sus límites metódicos. El error no está en ellas, sino en tomar sus concepciones como abarcantes de todo lo real, en este caso del hombre.
Me gustaría centrarme en algunas consideraciones sobre la corporalidad humana que nos serán útiles para afrontar el tema del amor humano, si bien, apenas, serán unas pinceladas.
La corriente fenomenológica ha contribuido a retomar esta reflexión, un tema un poco olvidado o reducido al examen mecanicista, después de la famosa división cartesiana de res cogitans y res extensae. También algunos autores de las llamadas "antropobiologías" estudian al hombre desde su estructura biológica. Es conocida la afirmación de Arnold Gehlen del hombre como un "animal inacabado", donde su estudio sobre la dotación biológica del hombre muestra la exigencia de la presencia de la razón, o esta especie sería inviable biológicamente. Leopoldo Prieto tiene un libro muy bueno para conocer este tema El hombre y el animal.
El hombre pertenece al mundo visible, pero no es un cuerpo entre otros cuerpos, precisamente su participación en el mundo la realiza a través de un cuerpo humano. Dentro de la fenomenología se distinguió entre Körper y Leib, que señala la distinción entre el cuerpo distinguido como objeto y el cuerpo como presencia subjetiva. Donde, el primero es la consideración propia de las ciencias y el segundo, la experiencia del cuerpo-vivido. De allí, el distinguir entre cuerpo y corporalidad. Muchos autores contemporáneos, cercanos a la fenomenología y al existencialismo, han contribuido en esta reflexión sobre la corporalidad. Sin ser exhaustivo, algunos de ellos son: Ortega y Gasset, Heidegger, Sartre, Marcel, Merleau-Ponty, Lévinas, Henry... este aporte ha permitido a la antropología la consideración de esta dimensión humana entendida como campo expresivo y de realización de la persona.
"La corporalidad indica la completa subjetividad humana bajo su aspecto de la realidad material", como lo explica Ramón Lucas Lucas en su libro Horizonte vertical. La noción de corporalidad, ese cuerpo-sujeto, no difiere en cuanto color, aspecto o componentes de otros cuerpos no humanos. Subraya, sobre todo, la exteriorización de algo esencialmente interno. El hombre es un cuerpo, sin reducirse a un mero cuerpo biológico, sino en ese cuerpo me experimento y experimento en la corporalidad del otro a un sujeto. No veo en él un cuerpo sino al hombre. El cuerpo manifiesta un espíritu que hace la unidad de la persona. Como dice Ortega: "tras el cuerpo está emboscada el alma". Así, la corporeidad es a la vez exterioridad e interioridad, en cuanto manifiesta el espíritu. En nuestra experiencia nos percatamos a una del hombre, no de un cuerpo y luego por una abstracción su espíritu, experimentamos su indivisible unidad. El cuerpo humano es expresión del ser. Ramón Lucas Lucas lo expresa con la imagen de un semáforo, el cuerpo nos da las señales de lo que ocurre dentro del hombre, ese dentro es co-presente, como se adivina en la expresión de las manos, la postura, el gesto, la mirada.
Permanece una cierta dificultad en admitir la definición del hombre como cuerpo y espíritu, ya que es difícil y arriesgado seccionar lo humano en cuerpo y espíritu, ver donde empieza uno y termina otro. Humberto Galimberdi, profesor italiano, llega a afirmar que utilizamos la palabra "psique" en cuanto ha sido forjada por la tradición, pero es una sola la forma como existe el hombre, un cuerpo en el mundo. Al tiempo, vemos que el hombre cumple acciones que nos remiten a facultades que no son sólo corporales como el conocimiento y el deseo a pesar de servirse de órganos materiales pero no reductibles a ellos. El problema estriba en una distinción propia de la metafísica. Cuerpo y espíritu permanecen como válidos si con ellos se designa una distinción real de dos principios que forman una realidad: el hombre. Si se consideran como res et res es un problema dar cuenta de su unidad. Nosotros nos encontramos con el hombre y en el conocemos dos principios de esa realidad-una: el hombre. Es la unión materia y forma de la metafísica clásica. La corporalidad, entendida como cuerpo-humano, es ya una materia informada por un alma espiritual.
Esto nos permite entender la dualidad de la composición del hombre. Esta unión no se da en abstracto, se da en la realidad concreta del hombre. Al hablar de la persona nos referimos a esa unidad de composición de cuerpo y espíritu. Esta unidad condiciona a todo el hombre. No se divide al hombre en una parte auténtica y otra inauténtica o transitoria, sino es una comprensión a partir de la realidad concreta de la persona. En una antropología dualista la unidad es un momento secundario en un proceso de composición, por lo tanto esta perspectiva no reconoce una realidad con una dualidad de principios que la conforman, sino dos cosas extrínsecas una a la otra por lo que no se da cuenta de su unidad, de allí su dualismo.
A partir de esta consideración de la corporalidad humana surgen temas muy interesantes, la temporalidad-espacialidad del hombre, su ser-en-el-mundo, la moralidad del cuerpo, el amor humano como trataremos más adelante.
En cuanto a la teología, estimado Juan Pedro, es cierto que apunta al tema de la encarnación de Dios un verdadero escándalo para la razón, pero plena de implicaciones para una vivencia de la fe, encarnada en lo concreto. También nos porta a la consideración positiva o negativa del cuerpo dentro de una reflexión de teología moral, el valor de la liturgia, el cuidado del cuerpo, el valor del mundo y las cosas del mundo, el trabajo, la resurrección y del amor humano.
Quedo a la espera de tu respuesta,
Un saludo,
Gerardo.
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