Vamos de mal en peor. Y eso ocurre en todos los aspectos de la vida en España. El último informe del Instituto de Política Familiar es demoledor: cada cuatro minutos se rompe un matrimonio en España. ¿Va a quedar alguno para contarlo?
Si seguimos así, mucho me temo que esto del matrimonio se vaya cual nave al garete. Las cifras son escandalosas: el número de rupturas en España alcanzó las 127.362 en el pasado año. El dato recogido por el Instituto de referencia procede del Consejo General del Poder Judicial. Voy más allá en las cifras, cada día se producen en España 349 rupturas, una cada 4,1 minutos.
Si seguimos así, mucho me temo que esto del matrimonio se vaya cual nave al garete. Las cifras son escandalosas: el número de rupturas en España alcanzó las 127.362 en el pasado año. El dato recogido por el Instituto de referencia procede del Consejo General del Poder Judicial. Voy más allá en las cifras, cada día se producen en España 349 rupturas, una cada 4,1 minutos.
¿Qué está pasando en España? Hay que acabar con esta situación. La familia, principal núcleo de la sociedad, corre un serio peligro. Y si la familia sucumbe no nos quedará nada a lo que aferrarnos. Hay que preservar a la familia de todos los males. Las rupturas rompen la armonía familiar, rompen el sentido que tiene la familia. Y sin sentido no podemos vivir, no se puede construir sociedad, no se puede avanzar. En este caso no cabe aquello de “hay que probarlo todo”. Hay cosas que es mejor enderezarlas y no dejarlas hacer añicos, son excesivamente ácidas al paladar.
No sé usted, pero yo estoy preocupada e incluso molesta por la falta de consistencia de las parejas. Para eso es mejor no constituirse en tales. Hace ya unos cuantos años, una buena amiga y gran periodista me dijo: “El matrimonio es la losa del amor”. No quiero que Isabel tenga razón. Porque, además, la vida en pareja también tiene su peso, haya o no haya vínculo. Y porque detrás de cada persona que se divorcia, detrás de cada persona que se separa hay un conflicto por resolver y un drama familiar, cuántas veces de una magnitud insospechada incluso para el entorno familiar y social que el divorcio no resuelve.
La reflexión del presidente del Instituto de Política Familiar, Eduardo Hertfelder, no puede dejarnos indiferentes. Tome nota y analice, por favor: “la ruptura familiar se ha convertido en el principal problema de la familia, y por ende, de la sociedad española”. Me parece tremendo. Y que no vengan con eso de que la convivencia y el roce diario generan desencuentros. ¿No habíamos quedado en que el roce genera cariño? Ahora resulta que es al revés. Con eso de que el amor no es eterno y que a algunos se les gasta de tanto usarlo, se está dando alas a la moda esta de la separación que se produce por encima incluso de los hijos, que deberían ser sagrados para padre y madre.
Lo terrible del caso es que las rupturas siguen aumentando de forma alarmante, 2.660 rupturas familiares más en 2012 con respecto a 2011. Eso de “tú a Boston y yo a California” hay que dejarlo para las películas pero es que en las películas hay un final feliz, cosa que no ocurre en la vida real, quizá porque la realidad supera siempre a la ficción. Los expertos señalan que el divorcio no arregla ningún problema sino que agrava los que trata de resolver. Así y todo, en lugar de avivar los rescoldos se prefiere echarles un cubo de agua fría, muy fría, el de las actitudes, palabras y comportamientos ofensivos que acaban dejando una huella negativa en los hijos, los grandes perjudicados. Y nadie parece darse por enterado de lo que ocurre. Para más inri, la legislación, en lugar de reducir o amortiguar los efectos negativos de la ruptura familia, desgraciadamente provoca su incremento. Así nos va.
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