martes, 28 de agosto de 2012

El nuevo perfil de hombre. "No hay mal que por bien no venga"

No es el fin del hombre cazador pero sí su ocaso. La distribución de roles asentada durante siglos tampoco ha supuesto rival para una crisis que tuvo su origen en lo financiero, derivó en lo económico para devastar lo social y que, a estas alturas, desborda los paradigmas en los que se asentaba una sociedad que parece ya irrecuperable en los términos conocidos antes del colapso.

Tanto por convencimiento personal como obligadas por las circunstancias dramáticas que derivan de la crisis, miles de familias han reestructurado su orden interno en el último lustro para adecuarlo a las necesidades del momento, distribuyendo de nuevo tareas antes asociadas de antemano a cada sexo y hoy puestas en jaque por la parálisis del sistema. Y en las entretelas de ese cambio de rol que se apuntaba antes de convertirse en forzoso residen las características que marcarán la sociedad de los próximos años.

Del cambio que se ha comenzado a originar cobra especial importancia el que afecta al hombre y su papel en la familia. La realidad de una sociedad patriarcal advierte de cambios imprevistos dada la coyuntura actual. Queda saber, por tanto, cómo se adaptará a ese nuevo esquema, qué resistencias encontrará y, sobre todo, si alimentado por la crisis, el cambio se presenta como definitivo o es sólo fruto de la adaptación al contexto y, por tanto, desaparecerá con la bonanza económica que esté por llegar.

Más paro de larga duración
De entrada, los hombres han visto incrementada su presencia en el ámbito familiar y su dedicación a las tareas del hogar. En algo menos de una década (entre 2002 y 2010) los hombres han pasado a asignar 40 minutos más a este ámbito, en beneficio de las mujeres según la Encuesta de Empleo del Tiempo (de 1.30 a 1.50 los hombres. De 4.24 a 4.04 las mujeres). Supone una valoración cuantitativa que, por encima del dato estadístico, refleja una tendencia cada vez más habitual dada el alza del paro en España y su incidencia sobre el sexo masculino. A este respecto, se estima que el paro de larga duración asociado al hombre ha crecido cerca de un 16% desde 2008 y hasta 2011, para situarse en torno al 53%. En el caso de las mujeres, la curva es a la inversa: el desempleo prolongado se ha reducido en un 18% hasta afectar a un 46% en el mismo período. Datos más actuales, como los recogidos en la Encuesta de Población Activa (EPA) del pasado mes de abril hablan de una reducción del empleo masculino de 278.300 ocupados menos frente a 96.000 mujeres. Por último, desde 2005 hay cerca de dos millones de hombres menos ocupados frente a un incremento en la ocupación de las mujeres de un millón. Así las cosas, el hombre pasa más tiempo en casa, realiza tareas antes obviadas y, en definitiva, redefine su papel en la sociedad ante la dificultad para mantener el rol tradicional como cabeza de familia y sustento de la misma.

Cambio relativo de roles
El CIS también apunta a una creciente valoración de la familia como institución primordial y, casi, irrenunciable. El barómetro de diciembre de 2011 de este organismo apuntaba a la familia como la fuente de mayor satisfacción para un 74,8% de los españoles. De igual modo, en marzo de 2010 el CIS reflejó el dato de una mayor sensibilidad por el reparto equitativo de las tareas del hogar. A este respecto y bajo el epígrafe Qué miembro de la familia debería trabajar menos de forma remunerada para hacerse cargo de las tareas del hogar, un 57,1% de los encuestados afirmó que la decisión debía atender a criterios diferentes de los puramente sexistas. No extraña, por tanto, que para casi un 70% de los españoles la forma ideal de familia pase por que los dos miembros de la pareja tengan trabajo remunerado con parecida dedicación y por el reparto equilibrado de las tareas domésticas (CIS, septiembre 2011).

No obstante, para algunos expertos no cabe hablar de un cambio absoluto de roles. El director de The Family Watch, Ignacio Socías, considera que “más que nuevos roles, el hombre es ahora más responsable. Se da cuenta de que su participación en las tareas del hogar tiene que ser adecuada”. Socías apela además a la Historia para mostrarse cauto en torno a la nueva distribución de papeles. “Durante muchos siglos la mujer ha participado en el trabajo al mismo tiempo que el hombre. El problema viene con la revolución industrial, cuando vivienda y trabajo se separan. Ahora creo que estamos volviendo poco a poco a una situación que es mucho más natural, en la que no hay esa separación”, apunta.
A pesar de ello, las resistencias para regresar al cauce expresado por el director general de The Family Watch, se reproducen en nuestro entorno con evidente cotidianeidad. A la estadística publicada sobre el aumento de peticiones de asistencia psicológica en los últimos años –que atañe en su mayoría a mujeres– se añade un choque innegable en el hombre al que la ruptura del binomio trabajo-éxito como sustento vital le ocasiona dudas existenciales. Expertos del ámbito de la psicología ponen el acento sobre el aumento de las depresiones clínicas en las que se gesta lo conocido como indefensión aprendida: el comportamiento por el cual no se responde a las oportunidades evitando circunstancias desagradables. Ese síndrome de bajar los brazos supone la mayor dificultad para que el hombre se adapte a un nuevo rol social. Para Socías, se trata de un conflicto de valores. “La crisis actual ha puesto de manifiesto que los valores económicos, el triunfar, el ganar dinero, son determinantes y, en realidad, no son para tanto. Hay algo por encima del materialismo y en una situación como la actual se reconocen valores que, precisamente, se aprenden primero en la familia”.
En esta línea, diversas organizaciones internacionales llevan tiempo advirtiendo de las dificultades para canalizar ese nuevo papel en la sociedad. Si bien proveniente de una institución inusual en estas materias, el Banco Mundial llamó la atención sobre este punto en el año 2006 a través del libro La otra mitad del género, de la autora María Correia. En dicho texto se alerta de problemas asociados a la crisis de identidad del hombre, incluida la violencia contra las mujeres, dado que el varón ha perdido la forma de reconocerse en su papel social. Aunque la incidencia de estas conductas es más probable en sociedades pobres, la apelación a conductas violentas por este motivo es una derivada que no es exclusiva de dichas zonas.
En el plano teórico, el momento actual es sólo un auge del proceso descrito por el sociólogo Ernest Burgess por el cual se tiende a una inevitable desaparición de los roles hombre-mujer al suprimirse el rol instrumental asociado al primero. La exposición de Burgess contrasta con la posición defendida por autores como Talcott Parsons, que otorga el papel instrumental (recolector) al hombre y el expresivo (protector familiar) a la mujer, sin prever posibles cambios en el futuro. Ambas teorías fueron expuestas a mediados del siglo XX por lo que no puede hablarse del actual como un proceso imprevisto o no contemplado por los estudiosos del comportamiento humano en la sociedad.

El papel del padre actualmente
Más recientemente, proliferan los estudios que hablan del creciente interés por esta nueva realidad que se abre ante el hombre. Uno de ellos, pionero, llegó a gestarse en el seno de las Naciones Unidas y vio la luz en febrero de 2011 bajo el burocrático título propio de la institución que lo promovió El hombre en la familia y las políticas familiares en un mundo cambiante. El informe, de cerca de 200 páginas y encuadrado en los estudios en el décimo aniversario del Año Internacional de la Familia, supone una introducción en el papel del hombre dentro de las diferentes culturas y pretende definir el papel del padre en la sociedad actual más allá del análisis cuantitativo por el cual la igualdad cobra sentido en quién aporta los medios económicos a la familia y en qué grado se reparten las tareas del hogar. A este respecto, respalda el concepto de paternidad social que comprendería “el cuidado y el apoyo de los varones hacia los niños que no son necesariamente sus hijos biológicos” con el fin de evitar la desintegración familiar.
Así las cosas, un lustro después de que se destapará una brutal crisis económica, parece inevitable un cambio de paradigma que coloque en el eje vital del hombre algo distinto al trabajo. Hasta el momento, el reparto de tiempos giraba en torno a la actividad laboral, fuente de reconocimiento personal y asentamiento de la entidad. Ahora, ante la carencia de empleo y el destape de graves preocupaciones en torno al mismo, el sustento económico sigue siendo igual de importante, pero quizás no deba ser así el modo en el que se asegura por una cuestión de salud personal y bienestar social. A corto plazo, reducir el impacto psicológico y emocional por el incumplimiento del rol tradicional son cuestiones previas que no deben evitarse antes de entender cuál es el papel que la sociedad espera hoy del hombre. 
Fuente: http://www.thefamilywatch.org/tfw/tfw-0198-es.php

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