Día 12/02/2013 - 10.57h
A partir de los seis años, los niños se vuelven más selectivos, reducen su círculo y eligen amigos más íntimos. De cómo gestionen su amistad dependerán sus futuras relaciones sociales
Seguro que en más de una ocasión su hijo ha salido del cole con gesto fruncido porque sus amigos no han querido jugar con él: «Marcos se ha ido con David y no ha querido estar conmigo en el recreo», «ya no soy amiga de Marta porque no ha jugado con Marina y conmigo», «ahora mi mejor amiga ya no es Alba, es Claudia que sí quiere que estemos juntas»...
A partir de los seis años aproximadamente, los niños comienzan a ser más selectivos con sus amistades. Anteriormente jugaban con unos y otros de manera indiferente, pero a esta edad —en función de su proceso de maduración— tendrán suspreferencias más claras y presumirán de estar con amigos más especiales. Esto es lo que provoca que se sientan "traicionados"cuando a su amigo más íntimo le apetece jugar a otra cosa y se va con otros niños.
Son reacciones lógicas y, poco a poco, tendrán que empezar a asumirlas. Sin embargo, hay que estar muy pendientes para evitar que se aislen o que estos "pequeños encontronazos" no les suponga más sufrimiento del necesario y puedan provocarle ansiedad o problemas a la hora de relacionarse con los demás.
Los padres deben intentar que los niños interactúen en un grupo que no sea muy reducido, sobre todo si se trata de hijos únicos.«Hay que concienciarles del sentido de la amistad de una manera amplia —apunta Teresa Rosillo, psicóloga infantil y socia de Pericial Psicológica—. Comentarles que es muy positivo y divertido tener más amigos».
Padres modelo
En el caso de que se observe que tiene dificultades para ello, esta psicóloga recomienda que se les facilite las herramientas para ello. Pero, ¿cómo? En primer lugar, los padres deben servir de modelo, por eso es conveniente que si, por ejemplo, están en el parque, sean los padres los que se acerquen a un grupo de niños y empiece una conversación con algunas preguntas «hola, ¿a qué colegio vaís?, ¿por dónde montáis en bici?, ¿os gusta el fútbol? —si es que llevan bici o balón...». De esta forma, el niño aprenderá cómo se hace y que es fácil dialogar, introducirse en un grupo y, a partir de ahí, jugar juntos.
«Otra fórmula —propone Teresa Rosillo— es la de proponer juegos nuevos. Si al niño no se le ocurre, los padres deben ayudarle. Dan también muy buen resultado tácticas tan sencillas como saber el nombre de varios niños con los que quiere jugar, escribirlos en diferentes folios con los que se hacen unos aviones de papel y, al día siguiente, llevarlos al cole o al parque y dárselos a esos niños y decirles: "jugamos". Del mismo modo, si el pequeño va a ir aun campamento en el que no conoce a nadie, además de su merienda puede llevar galletas en diferentes bolsitas y decir a algún niño "¿te apetecen?", y así poder compartirlas y emprender un diálogo».
No obstante, también hay que tener en cuenta que, en ocasiones, los niños no tienen ganas de jugar a un juego simplemente porque no les apetece, y el hecho de ir con otro grupo y disfrutar de otro juego no debe entenderse como que ha perdido una amistad. Los padres deben dejárselo claro y explicarle que no a todas las personas les gusta jugar siempre a lo mismo, o a lo que quieren los demás y con los mismos amigos.
«Nadie quiere jugar conmigo»
Esta psicóloga infantil recalca que no se debe aceptar la «actitud victimista» que adoptan muchos niños cuando dicen entre sollozos: «nadie quiere jugar conmigo». Lejos de compadecerse y pensar «pobrecito mi hijo», hay que preguntarle: ¿qué has hecho tú para que no quieran jugar contigo?». «Los niños —apunta Teresa Rosillo— no deben esperar siempre a que les digan los demás si quiere jugar. Muchas veces cuando están inmersos en el juego no se percatan de que hay otro niño solo y no siempre irán a rescatarle. Lo mejor es incitarle a que el niño se presente y diga: «¿a qué estáis jugando?».
Lo que nunca debe hacer el niño es pedir permiso a otros niños «¿puedo jugar?». Debe acercarse y decir directamente: «yo también juego». Tampoco deben amenazar a sus amistades «¡ya no soy tu amigo!». Hay que explicarles que esas amenazas no llevan a ninguna parte y el único efecto que tendrá es que se enfanden más con él. Debe entender que ninguna madre dice nunca, por el hecho de estar enfadada: «ya no eres mi hijo».
No obstante, cuando al niño le cueste hacer amigos, otra buena táctica es la de invitar a algunos niños a merendar a casa o a algún sitio diferente al cologio para que así se relacionen más y cuando vuelvan a verse en clase tengan un vínculo mayor.
Aún así, si los padres se percatan de que existen verdaderas dificultades para que se relacionen, deben hablar con sus profesores o tutores para analizar su comportamiento y tomar medidas al respecto.
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