Hoy en día, la moda para bebé, zapatos incluidos, se ha convertido en un negocio en auge. Un estudio expuesto en el artículo "Podología preventiva: niños descalzos igual a niños más inteligentes" concluye que calzar a los más pequeños cuando aún no saben caminar puede perjudicar su desarrollo.
Hasta los 8 o 9 meses de vida, la sensibilidad de los pies está mucho más desarrollada que la de las manos, y por ello, los bebés los utilizan para tocar los objetos de su alrededor y recibir información del mundo que les rodea. Además, el movimiento de tocarse los pies con las manos, tan común entre los más pequeños, les es muy útil para descubrir y conocer los límites de su propio cuerpo.
Éstos son algunos de los argumentos que Isabel Gentil García, Profesora de la Escuela Universitaria de la Universidad Complutense de Madrid, expone en su estudio para defender la necesidad de no calzar a los niños que aún no saben andar. Para llegar a esta conclusión, Gentil se ha documentado en neurología y fisiología, y acerca del desarrollo psicomotor y de la inteligencia en los niños.
Así, los estudios apuntan a que los bebés empiezan a interesarse por su propio cuerpo a partir del tercer mes de vida, y todas las experiencias y sensaciones que reúnen al interactuar con el mundo exterior forman su identidad. De esta manera, el desarrollo nace de la constante relación entre el organismo y el ambiente, y precisamente, el conocimiento del propio cuerpo juega un papel determinante para entender el entorno y sus elementos, es decir, para desarrollar la inteligencia.
El calzado impide que los niños puedan recibir sensaciones, estímulos e interactuar libremente con el exterior. Además, los zapatitos suelen pesar, y por ello, los bebés ven limitados sus movimientos. Este impedimento que supone el calzado para que el bebé se relacione con total libertad con el mundo que le rodea, repercute negativamente en el desarrollo neuromuscular, propioceptivo (percepción de la posición y movimiento de las diferentes partes del propio cuerpo), exteroceptivo (percepción de los estímulos exteriores) e intelectual. Estas conclusiones explicarían, también, el movimiento tan común entre los bebés de descalzarse siempre que pueden.
En definitiva, los niños necesitan total libertad para mover sus pies e interactuar, a través de ellos, con el entorno. Y en este caso, el calzado sólo supone un impedimento para su desarrollo intelectual. Sólo en caso de temperaturas frías es necesario abrigar los pies del bebé, siempre intentando que el calzado elegido reproduzca al máximo las sensaciones de ir descalzo.
Hasta los 8 o 9 meses de vida, la sensibilidad de los pies está mucho más desarrollada que la de las manos, y por ello, los bebés los utilizan para tocar los objetos de su alrededor y recibir información del mundo que les rodea. Además, el movimiento de tocarse los pies con las manos, tan común entre los más pequeños, les es muy útil para descubrir y conocer los límites de su propio cuerpo.
Éstos son algunos de los argumentos que Isabel Gentil García, Profesora de la Escuela Universitaria de la Universidad Complutense de Madrid, expone en su estudio para defender la necesidad de no calzar a los niños que aún no saben andar. Para llegar a esta conclusión, Gentil se ha documentado en neurología y fisiología, y acerca del desarrollo psicomotor y de la inteligencia en los niños.
Así, los estudios apuntan a que los bebés empiezan a interesarse por su propio cuerpo a partir del tercer mes de vida, y todas las experiencias y sensaciones que reúnen al interactuar con el mundo exterior forman su identidad. De esta manera, el desarrollo nace de la constante relación entre el organismo y el ambiente, y precisamente, el conocimiento del propio cuerpo juega un papel determinante para entender el entorno y sus elementos, es decir, para desarrollar la inteligencia.
El calzado impide que los niños puedan recibir sensaciones, estímulos e interactuar libremente con el exterior. Además, los zapatitos suelen pesar, y por ello, los bebés ven limitados sus movimientos. Este impedimento que supone el calzado para que el bebé se relacione con total libertad con el mundo que le rodea, repercute negativamente en el desarrollo neuromuscular, propioceptivo (percepción de la posición y movimiento de las diferentes partes del propio cuerpo), exteroceptivo (percepción de los estímulos exteriores) e intelectual. Estas conclusiones explicarían, también, el movimiento tan común entre los bebés de descalzarse siempre que pueden.
En definitiva, los niños necesitan total libertad para mover sus pies e interactuar, a través de ellos, con el entorno. Y en este caso, el calzado sólo supone un impedimento para su desarrollo intelectual. Sólo en caso de temperaturas frías es necesario abrigar los pies del bebé, siempre intentando que el calzado elegido reproduzca al máximo las sensaciones de ir descalzo.
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