Querido Juan Pedro:
El centro de tu carta está en la pregunta: ¿por qué el hombre de
hoy no percibe esa apertura a la trascendencia? Y señalas, el dolor como una instancia a esa experiencia.
¿Recuerdas la escena de Un mundo feliz de Huxley? cuando el protagonista Bernard Marx, está melancólico envuelto en sus pensamientos, en un contraste nítido con la narración de fondo sobre las bondades de la sociedad que se había conseguido. En ese momento, su monólogo se ve interrumpido. Una palmada en la espalda: venga tómate un “soma”, y tranquilo.
¿Recuerdas la escena de Un mundo feliz de Huxley? cuando el protagonista Bernard Marx, está melancólico envuelto en sus pensamientos, en un contraste nítido con la narración de fondo sobre las bondades de la sociedad que se había conseguido. En ese momento, su monólogo se ve interrumpido. Una palmada en la espalda: venga tómate un “soma”, y tranquilo.
"—Estás melancólico, Marx. —La palmada en la espalda lo sobresaltó.
Levantó los ojos.
Era aquel bruto de Henry Foster—. Necesitas un gramo de soma.
—Todas las ventajas del cristianismo y del alcohol; y ninguno de sus
inconvenientes.
—¡Ford, me gustaría matarle! Pero no hizo más que decir: No, gracias, al
tiempo que
rechazaba el tubo de tabletas que le ofrecía.
—Uno puede tomarse unas vacaciones de la realidad siempre que se le antoje,
y volver
de las mismas sin siquiera un dolor de cabeza o una mitología.
—Tómalo —insistió Henry Foster—, tómalo.
—La estabilidad quedó prácticamente asegurada.
—Un solo centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos —dijo el
Presidente
Ayudante, citando una frase de sabiduría hipnopédica"[1].
Muchos autores señalan lo que puede ser un perfil genérico de ese tono vital, si bien en la realidad no se da con esta pureza química, o si prefieres,
no existe en lo concreto un tipo genérico. Alguna de estas característica
operan como “creencias”, tal como las describe Ortega - “en ellas nos movemos y
somos”[2], como una suerte de ósmosis muchas
nociones están en nosotros, sin que las hayamos tematizado o criticado, pero
que son efectivas y nos permiten una interpretación de la realidad.
Hemos llegado a un momento en el cual sin la necesidad de saber qué es el nihilismo, lo practicamos. Nada merece la pena, nada es verdadero, nada es valioso.
Me encanta la frase de Kundera: "Pienso luego existo es el comentario de
un intelectual que subestima el dolor de muelas. Siento luego existo es una verdad que posee una validez mucho más general y se refiere a todo
lo vivo"[3], porque pone de relieve el ambiente de
corte relativista ante la verdad y la primacía de las apetencia. Lo impregna
todo una capa de resignación, decepción, lejana de
actitudes heroicas, o de grandes ideales, en suma, un crepúsculo de la
esperanza. De sobra sabes cómo esto no es nuevo en la humanidad, ya el
romanticismo o el existencialismo señalaban ese desamparo del hombre en medio
del mundo. Pero, ellos vivían esta situación de manera dramática, recuerda el Sísifo de Camus, o el Lobo estepario de Hesse. Sin embargo, ahora esta carencia
de sentido se vive con una sonrisa, es un nihilismo sin tragedia.
No sé si me creerás pero con un grupo de alumnos de ADE en Madrid un
compañero, con unas dotes docentes maravillosas, comentaba con el grupo la
lectura de la novela de Huxley y más de uno aprobaba un mundo en el cual no
fueras tan libre pero que estuvieras cómodo(!!!).
El hombre se ve impulsado a la existencia e intenta evitar grandes
desengaños, por ello lo que tiene a mano es "el ahora" -cultura del instante-, se ve inmerso en
el Carpe diem de Horacio, siendo un sujeto centrado en sí mismo y obsesionado con la comodidad y el bienestar. De manera que se centra en
el placer, lo que llamamos hedonismo. "La felicidad
está en la Corporación dermoestética", decía un querido profesor
exagerando. Un hedonismo que toma su canalización mediante una acción febril, ("I want it all.....and I
want it now!". Lo quiero todo y lo quiero ahora, el
estribillo de una famosa canción de Queen) para triunfar en el
más corto plazo, dominar y disponer de lo apetecido.
Ortega va dibujando los rasgos de este tipo hombre en su obra La rebelión de las masas, le va adjuntando epítetos vivos que lo
describen y clarifican su idea. Habla de un señorito satisfecho, que a pesar de vivir
en una altura de los tiempos como ninguna otra, no se percata de los prodigios
y bienes que le rodean, ni del trabajo que esto ha supuesto a la humanidad, ni
lo implica mantener esto de cara a un futuro. Su relación con esta realidad es la del que le deben todo. Para él todo se da de una forma natural como el fruto del campo y este
señorito, simplemente, lo toma y lo disfruta. ¿Cuántos problemas
surgen de esta postura? ¿Cuántas veces el hombre se ve paralizado por creer que
todo se lo deben, que lo que tiene es permanente, sea salud, juventud,
dinero...?
En esto tienes razón, querido Juan Pedro, el sufrimiento, la experiencia
del fracaso y la muerte vienen a romper ese ritmo de vida y puede ser ocasión
para plantearse una pregunta por el sentido. Pero es curioso, incluso allí no
se da con necesidad esa pregunta. El dolor es inseparable de nuestra condición,
palpamos en muchas ocasiones nuestras limitaciones de la más diversa índole,
pero no tiene la última palabra. "Tranquilo, necesitas un gramo de soma"...
hay otra opción ante esa visita del sufrimiento y es la evasión, la huida, se hurta el cuerpo así al compromiso, la responsabilidad,
los proyectos... la libertad es considerada como ausencia de ataduras lo que
muchas veces se explica como libertad-de y no como una libertad para comprometerse, darse, libertad-para. De allí el elevado índice de consumismo de toda clase, de drogadicción,
de adicción al trabajo, la diversión frenética... Esos procesos de vértigo descritos por el buen profesor López
Quintás[4].
Por otro lado, son muchos los testimonios de cómo el sufrimiento nos
permite enfrentarnos con la vida y captar toda la densidad de ella. Comparto
uno contigo, se trata de Nicolae Stinhardt lo arrestaron en 1960 destinado a
trabajos forzados en un campo de internamiento durante doce años, aunque fue
liberado a los cuatro años. Muchos años después recopila sus memorias y las
titula Diario de la felicidad:
"Entré en la cárcel
ciego (con varios atisbos de luz, pero no sobre la realidad, sino interiores;
iluminaciones que nacen de la propia tiniebla y deshacen la oscuridad sin
disiparla) y salgo con los ojos abiertos; entré mimado y caprichoso y salgo
curado de ínfulas, aires de grandeza y caprichos; entré insatisfecho y salgo
conociendo la felicidad, entré nervioso, irascible, sensible a las minucias y
salgo indiferente; el sol y la vida me decían poco, ahora sé saborear un trozo
de pan, por pequeño que sea; salgo admirando, por encima de todo, el valor, la
dignidad, el honor, el heroísmo; salgo reconciliado: con aquellos a los que he
hecho mal , con los amigos, incluso conmigo mismo".[5]
También apuesto por el hombre, Juan Pedro, por la cantidad de personas que
viven su vida de cara al bien, de forma heroica en muchos casos, aun en medio
del atronadoras invitaciones a una superficialidad exasperante o a la comodidad
de encoger los hombros y ya. En el sufrimiento, en la belleza, en la entrega,
en la generosidad, en la amistad, en el estudio, en el esfuerzo, en el amor se
puede hacer esa experiencia. Es que sin duda se trata de una experiencia, que
puede elevar al hombre radicarle en la verdad, en su búsqueda. Pero radica esa
experiencia en la actitud con la que se aborde. El viejo Kant hablaría de
condiciones de posibilidad. ¿Qué condiciones de posibilidad se deben dar para
esa apertura? ¿Para esa experiencia?
N.B. Estimado Juan Pedro en las cartas no suelo poner pies de página, pero
aquí me tomo esa licencia para no entorpecer la lectura con referencias entre
paréntesis y con la intención de que la cita pueda ser de ayuda.
un abrazo,
Gerardo.
[1] Huxley, A. Un mundo Feliz, 39-40, http://es.scribd.com/doc/550253/Aldous-Huxley-Un-Mundo-Feliz-pdf
[2] Ortega y Gasset, J. “Ideas y creencias”. Obras completas. Fundación Ortega y
Gasset./ Taurus. Vol. V. 661-679.
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