http://www.abc.es/familia-parejas/20130111/abci-llegada-201301101518.html
GEMA LENDOIRO
Un recién nacido supone una revolución para los padres y no siempre es un «camino de rosas». Que no afecte negativamente a la pareja depende de la actitud que adopten
La llegada de un bebé, como casi todo lo que sucede en la vida, poco o nada tiene que ver con lo que el marketing nos trasmite. No todas las estampas del día a día son tan idílicas cuando aparece el nuevo miembro de la familia, también suceden los problemas que, con calma, paciencia, amor pero, sobre todo con tiempo, se terminan por superar. Los bebés son muy tiernos cuando están apaciblemente dormidos pero también lloran, a veces tanto que logran desestabilizar la paciencia del más tranquilo. Los bebés huelen maravillosamente bien pero para ello habrá que cambiar el pañal unas diez o doce veces al día, a veces con un sueño bastante profundo (sus necesidades fisiológicas no entienden de madrugadas). Las fotos de las revistas no reflejan la verdadera identidad del día a día.
El caos aparece en el hospital. Muchas mujeres, especialmente las primerizas, interiorizan una idea de parto, así como de rostro de bebé, que no cumple con sus expectativas. Un parto difícil o que incluso que acaba en una cesárea pueden traer los primeros «desengaños», las primeras tomas de contacto con la realidad. Una mujer recién parida es, generalmente, una mujer dichosa pero también con un vaivén de hormonas que hacen que vea el mundo de otra manera. Visitas largas con comentarios inoportunos y, sobre todo de gente con la que no tiene la suficiente confianza, hacen que nada más convertirse en madre vea que las cosas no son como las había soñado. Y eso, si no se atiende, pasa factura.
También se sienten celos cuando llega a casa el recién nacido
Pero queda lo más importante: llegar a casa. Especialmente para quienes son padres por primera vez todo son dudas; no estar seguros de si el bebé está bien alimentado (especialmente si toma pecho porque no se sabe la cantidad, sólo se sabe si gana peso), no saber el motivo de su llanto (muchos bebés lloran las últimas horas de la tarde por los cólicos del lactante), miedos a no saber hacerlo bien, temor a que se nos caiga, a no saber ejercer, en definitiva, a no ser buenos padres. Todo esto, indudablemente, tiene consecuencias en una pareja. Positivas y a veces, negativas. Pero todo es subsanable.
Hemos hablado con Marina González, experta psicóloga clínica de Cinteco, que nos habla de cambios: «La llegada de un bebé supone muchos cambios para la pareja, cambios a los que se tienen que ir adaptando y como cualquier proceso de adaptación lleva tiempo y no está exento de estrés. Estos niveles de estrés, unidos al cansancio, la inseguridad a la hora de manejar las dificultades, las expectativas que se tienen hacia el otro y otros factores… pueden afectar en la irritabilidad, el nerviosismo, la frustración… y provocar ciertas tensiones en la pareja».
Como en todo en la vida, es importante saber gestionar las crisis que surgen es por ello que son tan importantes «las condiciones previas de la relación de pareja, que sea una relación solida, estable, con buenos niveles de comunicación y por supuesto de afectividad, y que dispongan de habilidades adecuadas para resolver problemas» todas esas cosas fomentan una buena salud en la pareja a pesar de las dificultades. Es decir que si una pareja ya se llevaba mal o muy mal antes de la llegada de un bebé, el nacimiento no sólo no va a cambiar las cosas para bien sino que las empeorará.
Niveles de comunicación: es muy importante saber expresar los sentimientos que uno tiene sin caer en la acusación al otro. Utilizar frases tipo «yo sé que tú haces esto con el mayor de los cariños pero lo cierto es que yo lo percibo como…y no me gusta porque me hace sentir así» Todo ello, claro está, siempre con un tono amable y tranquilo y, si es posible, en el marco de una conversación apacible, es decir, no aprovechar un llanto incontrolable del bebé para expresarse sino un momento de paz, que también los hay, para decir las cosas. De nuevo la psicóloga nos aconseja: «Disponer de estas habilidades no tiene que ver necesariamente con la edad, hay mucha gente joven que dispone de estos recursos, aunque es cierto que la experiencia vital ayuda a tener recursos para afrontar situaciones que pueden generar estrés». Las parejas que hablan, que se escuchan, que se comunican diciendo lo que sienten, tienen altas probabilidades de que todo salga bien, de que se solucionen las cosas.
La llegada del bebé tiene consecuencias en la pareja. Todo es subsanable
Entender las necesidades del otro. No sólo la mujer sufre cambios, el hombre también cambia su perspectiva vital. Muchos hombres, con la llegada de un hijo, adquieren un mayor grado de responsabilidad a la hora de afrontar su vida laboral y comienzan a sentir miedos hasta ese momento desconocidos.
Muchos optarán por no decir nada a su pareja para evitar preocupaciones pero eso no significa que no estén durante una primera etapa muy absortos en esa nueva tesitura de vida y de trabajo. Por supuesto, también sienten celos cuando llega un bebé. Aquella mujer que siempre estaba pendiente de él ahora casi nunca está disponible para llevar una conversación de más de cinco minutos. La mayoría de las mujeres (con toda la razón es verdad) no reparamos en esa ausencia que tienen porque estamos muy atareadas con todo lo que se nos ha venido encima; dar el pecho, cambiar los pañales, ahora tiene un gas, ahora no sé por qué llora…cualquier mujer que sea madre entenderá que, no se sabe muy bien por qué, pero cuando tienes un recién nacido en casa, a pesar de que duermen casi todo el día, apenas paras un minuto. Todas esas circunstancias pueden hacer que nos olvidemos de nuestra pareja «momentáneamente» algo que en la medida de lo posible deberíamos evitar aunque no siempre es fácil.
Las hormonas, esas «amigas traicioneras». Las mujeres convivimos con ellas toda la vida pero quizás hay tres etapas en la vida de una mujer que son especialmente complicadas; adolescencia, embarazo/postparto y menopausia. Centrándonos en el tema que nos ocupa, el postparto, las hormonas pueden jugar una malísima pasada que pueden hacer tambalear los cimientos del matrimonio más estable: llantos injustificados, creer que estás sola, que han dejado de quererte, sentirte fea, distinta a quién eras y algo que ayuda poco, dormir a trompicones, hacen el resto. Mucho amor, mucho cariño, mucho apoyo moral con frases tipo, «qué buena madre eres», «qué bien lo estás haciendo», «qué orgullos estoy de ti» hacen más que una terapia con el mismísimo Freud. Muchos abrazos y una clara demostración de que se está ahí para apoyarla en todo hacen el resto.
La importancia de ayudar: Muchos hombres, por temor a no hacerlo bien o por cultura, participan poco o nada en la crianza de sus hijos hasta que estos no caminan. El hecho de que sea la mujer la que siempre se haya dedicado a la alimentación de la cría por dar el pecho hace que, generación tras generación, se siga asimilando ese concepto. Aunque es cierto que poco a poco las cosas han ido cambiando, lo cierto es que muchos padres se acercan poco al recién nacido. Es verdad que son las madres las que dan el pecho pero hay un montón de cosas que ellos pueden y deben hacer, ya no sólo para aliviar a la madre que necesita descansar sino también para establecer vínculos con el bebé. Por ejemplo, quitar los gases. A muchos padres se les da bien esta tarea porque es un rato al día y porque sus manos grandes suelen dar mucha protección al bebé. Pero no sólo eso, cambiar los pañales no tiene que ser un acto exclusivo de la mamá, de hecho, salvo dar el pecho, ninguno lo es. Cuando un hombre llega a casa cansado del trabajo no se encuentra con una mujer que no ha hecho nada precisamente en toda la jornada.
Un poco de intimidad, por favor, las suegras y demás familia política, para los domingos. Las parejas con bebés sufren un cambio muy importante en sus vidas y como todo cambio este también necesita de cierta intimidad. Muchas mujeres necesitan de la constante presencia de su madre en casa pero para el marido no es la madre sino la suegra y si ya de por sí se siente desplazado, este hecho no ayuda demasiado. Es fácil recurrir a esa valiosísima ayuda pero mejor que desaparezca cuando llegue la pareja a casa. Hay que recordar que muchos hombres se ven intimidados por la presencia de sus madres políticas y comienzan a sentirse incómodos en su propia casa. La familia política es mejor para las comidas familiares distendidas.
La intimidad de la pareja en estos casos y descubrirse como padres el uno al otro son esenciales en estos momentos. Además, cómo no, los siempre mal venidos comentarios de todo el mundo (muy especialmente de las abuelas y cuñadas) sobre el modo de crianza escogido y que no siempre caen bien, especialmente en una madre recién parida. Los consejos no pedidos sobre cómo das el pecho, si lo das o no lo das, si coges al bebé en brazos…no suelen caer bien. Como a veces son inevitables porque no se tiene la confianza necesaria para pedir que no se digan, cuanto menos los escuchemos, mejor para nuestra salud mental. El instinto de cada madre es infinitamente mejor que el de cuatro abuelas opinando a la vez.
La madurez. No tiene que ver necesariamente con la edad. La llegada de un hijo supone la ruptura inmediata con el modo de vida anterior. La madre ha tenido nueve meses para ir adaptándose de forma gradual pero para el padre es radical. Lo cierto es que durante un tiempo el bebé reclamará la presencia de, por lo menos, la madre, haciendo que la vida conocida hasta la fecha, desaparezca. Si la madurez psicológica no es total llegarán muchos problemas en forma de frustraciones y lo que se debería ver como algo maravilloso que forma parte del trascurrir de la vida, se ve como una carga, un fastidio, una cortapisa de la libertad individual. Esto sucede más es madres y padres muy jóvenes, menores de 25 años que no llegan a entender qué significa la responsabilidad de la paternidad. No es un tema baladí puesto que, además de afectarles como pareja, sobre todo les afecta como padres y puede que no siempre actúen de la mejor manera.
Es importante para evitar estos casos que la pareja se vaya concienciando de que la llegada de un hijo es una gran responsabilidad pero no una carga sino todo lo contrario, un reto que dura para siempre pero que para siempre, también, traerá muchas satisfacciones. Sobre todo es muy importante asimilar que la nueva vida será diferente pero no por ello peor, los planes dejarán de ser siempre de noche para ser siempre de día (o casi siempre) y la mayoría de las veces, en torno al 99% estarán destinados a que el bebé, los niños, disfruten. Un joven que cree no haber vivido lo suficiente y añora su etapa anterior puede que no asimile bien su nueva faceta de padre, algo que, sin duda, le traerá problemas.
En definitiva, la llegada de un bebé casi siempre supone noches en vela, desesperación porque no duerme y no sabes qué hacer…cansancio, ojeras, caos…pero todo pasa. Y además enseguida. Normalmente los padres se hacen con los usos y costumbres de los bebés al cabo del mes y medio o dos y las cosas a partir de ahí empiezan a entrar en rutina y a normalizarse. Mientras todo eso llega el mejor consejo es no perder la calma, no dejarse nada en el tintero y hablar con la pareja las cosas que nos preocupan para que no se enraícen, para que no nos quedemos con la sensación de no ser comprendidos.
Mucho amor, mucha calma y mucha comprensión que al final, todo llega. Y en menos de lo que se espera todo vuelve a convertirse en una rutina. Con juguetes por toda la casa pero rutina al fin y al cabo. Y sobre todo tener siempre presente que se está trabajando en lo más importante, construir una familia, poca broma en los tiempos que corren.
Cambiar los pañales no debe ser un acto exclusivo de la mamá
GEMA LENDOIRO
Un recién nacido supone una revolución para los padres y no siempre es un «camino de rosas». Que no afecte negativamente a la pareja depende de la actitud que adopten
La llegada de un bebé, como casi todo lo que sucede en la vida, poco o nada tiene que ver con lo que el marketing nos trasmite. No todas las estampas del día a día son tan idílicas cuando aparece el nuevo miembro de la familia, también suceden los problemas que, con calma, paciencia, amor pero, sobre todo con tiempo, se terminan por superar. Los bebés son muy tiernos cuando están apaciblemente dormidos pero también lloran, a veces tanto que logran desestabilizar la paciencia del más tranquilo. Los bebés huelen maravillosamente bien pero para ello habrá que cambiar el pañal unas diez o doce veces al día, a veces con un sueño bastante profundo (sus necesidades fisiológicas no entienden de madrugadas). Las fotos de las revistas no reflejan la verdadera identidad del día a día.
El caos aparece en el hospital. Muchas mujeres, especialmente las primerizas, interiorizan una idea de parto, así como de rostro de bebé, que no cumple con sus expectativas. Un parto difícil o que incluso que acaba en una cesárea pueden traer los primeros «desengaños», las primeras tomas de contacto con la realidad. Una mujer recién parida es, generalmente, una mujer dichosa pero también con un vaivén de hormonas que hacen que vea el mundo de otra manera. Visitas largas con comentarios inoportunos y, sobre todo de gente con la que no tiene la suficiente confianza, hacen que nada más convertirse en madre vea que las cosas no son como las había soñado. Y eso, si no se atiende, pasa factura.
También se sienten celos cuando llega a casa el recién nacido
Pero queda lo más importante: llegar a casa. Especialmente para quienes son padres por primera vez todo son dudas; no estar seguros de si el bebé está bien alimentado (especialmente si toma pecho porque no se sabe la cantidad, sólo se sabe si gana peso), no saber el motivo de su llanto (muchos bebés lloran las últimas horas de la tarde por los cólicos del lactante), miedos a no saber hacerlo bien, temor a que se nos caiga, a no saber ejercer, en definitiva, a no ser buenos padres. Todo esto, indudablemente, tiene consecuencias en una pareja. Positivas y a veces, negativas. Pero todo es subsanable.
Hemos hablado con Marina González, experta psicóloga clínica de Cinteco, que nos habla de cambios: «La llegada de un bebé supone muchos cambios para la pareja, cambios a los que se tienen que ir adaptando y como cualquier proceso de adaptación lleva tiempo y no está exento de estrés. Estos niveles de estrés, unidos al cansancio, la inseguridad a la hora de manejar las dificultades, las expectativas que se tienen hacia el otro y otros factores… pueden afectar en la irritabilidad, el nerviosismo, la frustración… y provocar ciertas tensiones en la pareja».
Como en todo en la vida, es importante saber gestionar las crisis que surgen es por ello que son tan importantes «las condiciones previas de la relación de pareja, que sea una relación solida, estable, con buenos niveles de comunicación y por supuesto de afectividad, y que dispongan de habilidades adecuadas para resolver problemas» todas esas cosas fomentan una buena salud en la pareja a pesar de las dificultades. Es decir que si una pareja ya se llevaba mal o muy mal antes de la llegada de un bebé, el nacimiento no sólo no va a cambiar las cosas para bien sino que las empeorará.
Niveles de comunicación: es muy importante saber expresar los sentimientos que uno tiene sin caer en la acusación al otro. Utilizar frases tipo «yo sé que tú haces esto con el mayor de los cariños pero lo cierto es que yo lo percibo como…y no me gusta porque me hace sentir así» Todo ello, claro está, siempre con un tono amable y tranquilo y, si es posible, en el marco de una conversación apacible, es decir, no aprovechar un llanto incontrolable del bebé para expresarse sino un momento de paz, que también los hay, para decir las cosas. De nuevo la psicóloga nos aconseja: «Disponer de estas habilidades no tiene que ver necesariamente con la edad, hay mucha gente joven que dispone de estos recursos, aunque es cierto que la experiencia vital ayuda a tener recursos para afrontar situaciones que pueden generar estrés». Las parejas que hablan, que se escuchan, que se comunican diciendo lo que sienten, tienen altas probabilidades de que todo salga bien, de que se solucionen las cosas.
La llegada del bebé tiene consecuencias en la pareja. Todo es subsanable
Entender las necesidades del otro. No sólo la mujer sufre cambios, el hombre también cambia su perspectiva vital. Muchos hombres, con la llegada de un hijo, adquieren un mayor grado de responsabilidad a la hora de afrontar su vida laboral y comienzan a sentir miedos hasta ese momento desconocidos.
Muchos optarán por no decir nada a su pareja para evitar preocupaciones pero eso no significa que no estén durante una primera etapa muy absortos en esa nueva tesitura de vida y de trabajo. Por supuesto, también sienten celos cuando llega un bebé. Aquella mujer que siempre estaba pendiente de él ahora casi nunca está disponible para llevar una conversación de más de cinco minutos. La mayoría de las mujeres (con toda la razón es verdad) no reparamos en esa ausencia que tienen porque estamos muy atareadas con todo lo que se nos ha venido encima; dar el pecho, cambiar los pañales, ahora tiene un gas, ahora no sé por qué llora…cualquier mujer que sea madre entenderá que, no se sabe muy bien por qué, pero cuando tienes un recién nacido en casa, a pesar de que duermen casi todo el día, apenas paras un minuto. Todas esas circunstancias pueden hacer que nos olvidemos de nuestra pareja «momentáneamente» algo que en la medida de lo posible deberíamos evitar aunque no siempre es fácil.
Las hormonas, esas «amigas traicioneras». Las mujeres convivimos con ellas toda la vida pero quizás hay tres etapas en la vida de una mujer que son especialmente complicadas; adolescencia, embarazo/postparto y menopausia. Centrándonos en el tema que nos ocupa, el postparto, las hormonas pueden jugar una malísima pasada que pueden hacer tambalear los cimientos del matrimonio más estable: llantos injustificados, creer que estás sola, que han dejado de quererte, sentirte fea, distinta a quién eras y algo que ayuda poco, dormir a trompicones, hacen el resto. Mucho amor, mucho cariño, mucho apoyo moral con frases tipo, «qué buena madre eres», «qué bien lo estás haciendo», «qué orgullos estoy de ti» hacen más que una terapia con el mismísimo Freud. Muchos abrazos y una clara demostración de que se está ahí para apoyarla en todo hacen el resto.
La importancia de ayudar: Muchos hombres, por temor a no hacerlo bien o por cultura, participan poco o nada en la crianza de sus hijos hasta que estos no caminan. El hecho de que sea la mujer la que siempre se haya dedicado a la alimentación de la cría por dar el pecho hace que, generación tras generación, se siga asimilando ese concepto. Aunque es cierto que poco a poco las cosas han ido cambiando, lo cierto es que muchos padres se acercan poco al recién nacido. Es verdad que son las madres las que dan el pecho pero hay un montón de cosas que ellos pueden y deben hacer, ya no sólo para aliviar a la madre que necesita descansar sino también para establecer vínculos con el bebé. Por ejemplo, quitar los gases. A muchos padres se les da bien esta tarea porque es un rato al día y porque sus manos grandes suelen dar mucha protección al bebé. Pero no sólo eso, cambiar los pañales no tiene que ser un acto exclusivo de la mamá, de hecho, salvo dar el pecho, ninguno lo es. Cuando un hombre llega a casa cansado del trabajo no se encuentra con una mujer que no ha hecho nada precisamente en toda la jornada.
Un poco de intimidad, por favor, las suegras y demás familia política, para los domingos. Las parejas con bebés sufren un cambio muy importante en sus vidas y como todo cambio este también necesita de cierta intimidad. Muchas mujeres necesitan de la constante presencia de su madre en casa pero para el marido no es la madre sino la suegra y si ya de por sí se siente desplazado, este hecho no ayuda demasiado. Es fácil recurrir a esa valiosísima ayuda pero mejor que desaparezca cuando llegue la pareja a casa. Hay que recordar que muchos hombres se ven intimidados por la presencia de sus madres políticas y comienzan a sentirse incómodos en su propia casa. La familia política es mejor para las comidas familiares distendidas.
La intimidad de la pareja en estos casos y descubrirse como padres el uno al otro son esenciales en estos momentos. Además, cómo no, los siempre mal venidos comentarios de todo el mundo (muy especialmente de las abuelas y cuñadas) sobre el modo de crianza escogido y que no siempre caen bien, especialmente en una madre recién parida. Los consejos no pedidos sobre cómo das el pecho, si lo das o no lo das, si coges al bebé en brazos…no suelen caer bien. Como a veces son inevitables porque no se tiene la confianza necesaria para pedir que no se digan, cuanto menos los escuchemos, mejor para nuestra salud mental. El instinto de cada madre es infinitamente mejor que el de cuatro abuelas opinando a la vez.
La madurez. No tiene que ver necesariamente con la edad. La llegada de un hijo supone la ruptura inmediata con el modo de vida anterior. La madre ha tenido nueve meses para ir adaptándose de forma gradual pero para el padre es radical. Lo cierto es que durante un tiempo el bebé reclamará la presencia de, por lo menos, la madre, haciendo que la vida conocida hasta la fecha, desaparezca. Si la madurez psicológica no es total llegarán muchos problemas en forma de frustraciones y lo que se debería ver como algo maravilloso que forma parte del trascurrir de la vida, se ve como una carga, un fastidio, una cortapisa de la libertad individual. Esto sucede más es madres y padres muy jóvenes, menores de 25 años que no llegan a entender qué significa la responsabilidad de la paternidad. No es un tema baladí puesto que, además de afectarles como pareja, sobre todo les afecta como padres y puede que no siempre actúen de la mejor manera.
Es importante para evitar estos casos que la pareja se vaya concienciando de que la llegada de un hijo es una gran responsabilidad pero no una carga sino todo lo contrario, un reto que dura para siempre pero que para siempre, también, traerá muchas satisfacciones. Sobre todo es muy importante asimilar que la nueva vida será diferente pero no por ello peor, los planes dejarán de ser siempre de noche para ser siempre de día (o casi siempre) y la mayoría de las veces, en torno al 99% estarán destinados a que el bebé, los niños, disfruten. Un joven que cree no haber vivido lo suficiente y añora su etapa anterior puede que no asimile bien su nueva faceta de padre, algo que, sin duda, le traerá problemas.
En definitiva, la llegada de un bebé casi siempre supone noches en vela, desesperación porque no duerme y no sabes qué hacer…cansancio, ojeras, caos…pero todo pasa. Y además enseguida. Normalmente los padres se hacen con los usos y costumbres de los bebés al cabo del mes y medio o dos y las cosas a partir de ahí empiezan a entrar en rutina y a normalizarse. Mientras todo eso llega el mejor consejo es no perder la calma, no dejarse nada en el tintero y hablar con la pareja las cosas que nos preocupan para que no se enraícen, para que no nos quedemos con la sensación de no ser comprendidos.
Mucho amor, mucha calma y mucha comprensión que al final, todo llega. Y en menos de lo que se espera todo vuelve a convertirse en una rutina. Con juguetes por toda la casa pero rutina al fin y al cabo. Y sobre todo tener siempre presente que se está trabajando en lo más importante, construir una familia, poca broma en los tiempos que corren.
Cambiar los pañales no debe ser un acto exclusivo de la mamá
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